La Casa del Diablo - Varela



Emma González De la Hoz no recuerda cuándo fue la última vez que vio las puertas abiertas de la casa de Manuel Varela, y a él, sentado en la terraza tomando el aire fresco de las tardes cienagueras.

Lo que sí tiene vivo en su memoria, como si hubieran pasado unas horas, es que ella (hoy con 60 años), todavía jugaba con tierra y muñecas de trapo cuando todos en el barrio Centenario tenían la convicción de que Varela había hecho un pacto con el diablo.

Por eso le tenían miedo, y al pasar por el frente de la casa más de uno se persignaba y rezaba temeroso un Padrenuestro.

La vieja mansión -hoy en ruinas- que asombró y sigue asombrando a los del pueblo por lo imponente de su arquitectura republicana, mantiene vivo un mito que a principios del siglo pasado se extendió desde Ciénaga (Magdalena) a toda la zona bananera.

De Varela se ha dicho de todo en Ciénaga, como que cada año entregaba una persona al diablo para aumentar sus riquezas.", dice Alfredo Lomanto, un médico de 80 años, quien conoció al hombre que dio vida a esta leyenda.

Un campesino pobre.



De Manuel Varela también se cuenta que era delgado, moreno y de rasgos indígenas, que llegó a Ciénaga a mediados de 1908 desde el Atlántico, cuando el pueblo era el epicentro del desarrollo de la Costa, pues era sede de la multinacional United Fruit Company, ama y señora del banano de la región.

Los habitantes de esa época no se explicaban cómo ese misterioso forastero logró acumular riqueza en corto tiempo. Las tierras de Varela llegaron a ser tan extensas que tuvieron línea férrea, algo sorprendente en esos días.

El mito sobre su pacto con el diablo se teje porque él logró construir una mansión de la noche a la mañana, manda a sus hijos a estudiar a Europa y tiene hasta un tranvía propio para sacar su producción", cuenta el historiador y escritor Guillermo Henríquez.

A las tierras de Varela llegaron a trabajar hombres de toda la región, incluso famosos acordeoneros como Sebastián Guerra y dicen que hasta Francisco el Hombre . Ese fue el germen del caserío Varela, a 15 minutos de Ciénaga.

También aseguraban que era un hombre de tanto poder, que mandó a traer planos de España para construir su casa. "Levantó una casa en marmolina blanca, con vigas grandes, que dividió en dos: la primera planta, donde él vivía, y un segundo piso, donde alojó a los hijos y la esposa", dice Henríquez.

Negocio con el diablo.



En 1916 fue encontrado, en una de las fincas de Varela, el cadáver de una niña de 13 años. El hallazgo hizo crecer el rumor de que entregaba almas al diablo para mantener su riqueza. También se habla de sorprendentes apariciones de almas en pena que vagaban por las tierras de Varela.

"Se dice que una señora que fue a la casa del hombre, donde su hijo tenía un consultorio médico, vio accidentalmente por una ventana a un niño negro en un triciclo y fumando tabaco. Al abrir la boca, el muchachito mostró sus dientes de oro, y la mujer salió corriendo con su bebé, que murió a los pocos días", relata Henríquez.

"Mi abuelo me contó cuenta Fabio Juvinao, un personaje del pueblo , la historia de un señor que iba en un burro por las fincas de Varela y vio al diablo enganchado en unos alambres de púa, pero se dijo que era un trabajador que se le había escapado".

Los rumores de brujas, fantasmas, ánimas en pena, apariciones del diablo y trabajadores desaparecidos siguieron por muchos años. Pero si se perdía alguien, le echaban la culpa al viejo , recuerda el médico Lomanco.

Cierto, o no, Varela siguió prosperando y logró expandir sus propiedades. Años más tarde, regaló parte de esas tierras para la construcción del Instituto Nacional San Juan de Córdoba, el colegio más grande e importante de la región. Henríquez cuenta que, como cosa extraña, cada año moría un bachiller.

Sigue el mito.



Varela murió a mediados de los años 50 en medio de una crisis muy relacionada con las dificultades de la zona bananera.

De esa época recuerdan que se sentaba frente a su casa, en la calle 15 con carrera 13, a refrescarse y a ver pasar a la gente.

Tomás Zabaleta, un viejo estudioso allegado a la familia Varela lo defiende y dice que "era un hombre trabajador y de paz, de quien se han inventado muchas cosas".

Después de estar 30 años en reposo, en 1984 la leyenda revivió, cuando en una excursión del colegio a las playas de Cañaveral, en el parque Tayrona, se ahogaron cinco estudiantes. "Se dijo que Varela le entregó esas almas al diablo para mantener su pacto", asegura Jorge Martínez, ex estudiante de la sección nocturna de esa época.

Leda Morales, secretaria del San Juan desde hace más de 20 años, cuenta que hace cuatro años un estudiante que venía de un partido de fútbol perdió la vida al ser arrollado por un vehículo. "La comunidad, nuevamente, desenterró el mito y responsabilizó a Varela", asegura.



La historia de Varela ha sido recreada en la obra de teatro El Escarpín de Señore, de Guillermo Henríquez, estrenada en España. También ha sido motivo de numerosos documentales de televisión como el de la BBC de Londres, llamado My Macondo (1990); Macondo, de la ZDF de Alemania (1980); en Telecaribe, y en la prensa.

Las ruinas de la casa de Varela fueron declaradas Monumento Nacional en 1998; y él mismo aparece como personaje en la historia de la Zona Bananera por haber contribuido a su expansión. Dicen quienes lo defienden, que libró a muchas familias de hambres, enfermedades y necesidades, dándoles trabajo.

Lo cierto es que su nombre no pasa inadvertido en Ciénaga y sus habitantes siempre tienen una historia de espanto o de agradecimiento para recordar a Varela.

En 1998, la casa de Manuel Varela fue declarada Monumento Nacional. Pese a su belleza, muchos corren cuando pasan frente a ella.


Texto de El Tiempo
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