Con los pelos de punta andan los trabajadores de la Imprenta "Ermaras" por un fantasma que dicen se les aparece entre la 1 y las 2 de la madrugada, les vuela los papeles, cierra las puertas de un zuácate y los tiene con el alma en un hilo.
En todo caso, indican que, al parecer, no intenta provocarles un infarto ni atacarlos como un malévolo ser de otra dimensión, porque asoma tan paleta como Gasparín y hasta les hace gauchadas en la pega.
Pero como mal que mal no es de carne y hueso, la mayoría de los 30 titanes gráficos y 16 alumnos en práctica están pa'dentro desde hace 5 años, caminando con pies de plomo por temor a que su bondad -"porque nos ha ayudado varias veces"-, sea sólo un viejo truco para meterles más cuco y convertirse en amo y señor de la planta de Pasaje Santa Graciela 159, de la comuna de Santiago.
El administrador de la empresa, Gabriel Clerc, confiesa que no le ha tocado encontrarse con este ser, al que chacoteramente los operarios gráficos llaman "el Fantasma de Gutenberg".
Agrega que de ser verdad el cuento, se trataría de un italiano que compró el recinto a Bienes Nacionales, entidad propietaria de casi todas las residencias de este sector antes de mediados de la década de los '60, y que instaló una zapatería.
El porfiado espíritu del finado no quiere aceptar que se le acabó su cuarto de hora e intentaría hacerse notar.
Clerc aseguró que quedó con la pálida cuando tan sólo en tres días la imprenta funcionó a toda máquina, luego de inundarse hace tres años por el desborde del Zanjón de la Aguada, trabajos que deberían demandar al menos tres meses. Estaba todo tan patas para arriba, que los trabajadores creen que el fantasma ayudó a ordenar, y tampoco hallan explicación terrenal a que el turno se salvara de morir electrocutado, ya que las bases eléctricas están en el piso y los funcionarios permanecían con el agua a la altura de las rodillas.
Flacuchento y barbeta
Sergio González Campos, guillotinista desde hace 6 años en "Ermaras", señaló que en cuatro ocasiones ha visto al fantasma, y que es alto, flacuchento, cincuentón, de barba desordenada y abrigo hasta el suelo. "Cuando intenté acercarme, desapareció y me quedé helado", expresó.
A Marco Hidalgo, que apechuga como prensista desde hace dos años y medio, el intruso le hizo temblar las cañuelas al silbarle un día en que estaba solo, a eso de las 2 de la madrugada.
Otras veces les ha tocado el hombro o el codo o se ha paleteado colocando seguros y encendiendo equipos, como presenció con los ojos como dos de oro el ayudante de prensista Andrés Brisso. "Un colega milagrosamente cayó de pie desde un escalera a cuatro metros de altura, y no pudo ser otro que el fantasma quien frenó justo a tiempo la guillotina y evitó que un trabajador perdiera la mano", afirmó Brisso, disimulando los escalofríos.
Protector
Por su parte, el parapsicólogo Alejandro Ayún expresó que no es tirado de las mechas pensar en la existencia de espíritus, que tratan de darse a conocer y, en muchos casos, de ayudar a los mortales a que libren piola de cualquier percance o accidente.
Que este fantasma no haga destrozos ni ataque a las personas, además que, según los trabajadores, obre con buena tela, podría deberse al afán de esta alma, de proteger a las personas y al sitio, porque tal vez en el pasado vivió allí o se relacionó con el recinto. Ahora sería una "energía positiva".
Entre tanto, el parapsicólogo Carlos Meschi manifestó que los llamados fantasmas son personas que están en la dimensión de los fallecidos y que, con gran frecuencia, poseen una carga emocional negativa.
Explicó que esas vibras provienen de las circunstancias dolorosas y sufrientes de sus muertes, sin que hayan sido personas malas. "Por ejemplo, si a alguien lleno de valores positivos lo atropella un auto y el conductor huye, muere y se lleva una rabia tan grande, que después puede transmitirla, introduciéndose en una persona viva", concluyó.
Por Juan L. Bonell
Vía La Cuarta
Publicado el 17 de julio del 2003
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