Verano de 1977 en Enfield, barrio periférico del norte de Londres. Anochece y Peggy Harper acuesta a dos de sus cuatro hijos. El clima es templado y todo parece presagiar otra larga y tranquila noche estival. Pero algo sucederá esa noche, algo que será el comienzo de una larga y terrorífica temporada de sucesos paranormales que, a día de hoy, todavía siguen sin tener explicación.
La señora Harper es una divorciada de 40 años que vive con sus cuatro hijos en una bonita casa adosada del popular barrio obrero de Enfield. En mitad de la citada noche, los gritos de sus hijas Janet y Pete la despiertan y, alarmada, sube hasta su habitación. Todo está en calma, pero sus hijas, entre sollozos, le dicen que la su cama ha comenzado a agitarse violentamente. Peggy cree que todo ha sido una pesadilla de alguna de las niñas, las tranquiliza hasta que se vuelven a dormir y ella hace lo mismo.
Al día siguiente, las niñas vuelven a gritar y, en esta ocasión, le relatan a su madre como tras unos fuertes ruidos, una silla que hay en un rincón de la habitación ha comenzado a moverse sola. Peggy sigue sin ver nada extraño en la habitación y, para tranquilizar a las niñas, se lleva la silla a su cuarto, pero cuando apaga la luz y se dispone a salir del dormitorio de las niñas ella misma escucha unos fuertes ruidos procedentes del suelo de la habitación. Enciende de nuevo la luz y observa que todo está en orden; las niñas están en su cama y todos los muebles en su sitio. Vuelve a apagar la luz y los ruidos y unos fuertes golpes comienzan de nuevo a sonar… al encender de nuevo la luz contempla asombrada como un enorme baúl que hay contra una pared lateral se ha movido un par palmos… las niñas continúan en su cama y, Peggy, comienza a sospechar que lo ocurrido no es cosa de la imaginación de las niñas. Vuelve a poner el baúl en su sitio y, tan apenas se ha girado, el baúl se vuelve a arrastrar solo hasta la posición anterior. Esta vez con la luz encendida y ante sus narices.
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El miedo se apodera al instante de la señora Harper que sin pensarlo dos veces, saca a sus hijas de la habitación y acude en busca de auxilio a los vecinos de las casa próximas. Un grupo de vecinos registran la casa y el jardín en busca de algún posible intruso que estuviese causando los ruidos que Peggy les ha relatado completamente horrorizada, pero no encuentran a nadie. En cambio, cuando están tranquilizando a Peggy, todos escuchan los golpes que se suceden en cortos intervalos y que provienen del interior de la casa. Acto seguido llaman a la policía que, en un acta de servicio sorprendente, atestiguarían en declaración escrita como una silla se movía inexplicablemente por la casa y como se escuchaban los golpes de procedencia desconocida.
Durante los siguientes días los sucesos continúan. Muebles que se mueven, juguetes que vuelan solos por la habitación de los niños…
Estado de los muebles tras haberse movido |
Los sucesos llegan a la prensa y el diario Daily Mirror envía a un equipo de experimentados reporteros para investigar el caso. Allí, el equipo del diario pudo contemplar los sucesos inexplicables. Una pieza de lego salió disparada y golpeó en la frente del fotógrafo Graham Morris cuando intentaba tomar una instantánea. El reportero George Fallows, viendo que la cosa no era una broma, puso en contacto a Peggy con Maurice Grosse, miembro de la SPR (sociedad para la investigación Psíquica).
Tras una semana sufriendo todo tipo de poltergeist inexplicables, el 5 de septiembre llega a la casa Grosse y los sucesos se pausan durante los siguientes tres días hasta que, al comenzar la noche del día 8 se reanudan los raaps y los golpes procedentes de la habitación de Janet. El investigador junto a los periodistas subieron las escaleras y al abrir la puerta de la habitación se encontraron a Janet dormida en su cama y, a su lado, una silla levitando en el aire a más de medio metro de altura. Al instante la silla bajó hasta su lugar y no se volvió a mover hasta una hora más tarde, cuando se volvió a repetir el mismo capítulo. Esta vez el fotógrafo Morris capturó el acontecimiento con su cámara. En ese mismo momento, Grosse y sus acompañantes pudieron ver como las puertas de los armarios se abrieron solas y como un juguete cruzó la estancia de un lado a otro suspendido en el aire. Grosse también notó una brisa fría recorriendo todo su cuerpo.
Secuencia de fotografías tomadas con una cámara en la habitación de Janet, donde se ve cómo la almohada de Margarita “salta” de la cama y hace que la pequeña se despierte de golpe.
Dos días más tarde, el caso Enfield era portada del Daily y todos los medios se hicieron eco de la noticia. Incluso ese mismo día, Grosse y la señora Harper participaron en un programa de televisión.
Los sucesos continuaron e incluso llegaron a convertirse en algo bastante peligroso para la familia Harper. A los objetos que se movían o desaparecían cambiando de lugar y a las interferencias eléctricas que averiaba los sistemas de grabación de los reporteros, se sumaban con el tiempo nuevos episodios como charcos de agua que aparecían sin motivo alguno, los muebles que eran lanzados escaleras abajo o los cajones que salían de sus lugares disparados. Cualquier objeto de la casa era susceptible de salir volando en cualquier momento, con el peligro de encontrarse en su ruta… de vez en cuando, brotes de fuego surgían de la nada y, del mismo modo, se extinguían sin dejar marca alguna de quemaduras, las cortinas se agitaban como en un vendaval estando todas las ventanas y puertas cerradas. En una ocasión, Janet aseguró que la cortina cercana a su cama se retorció varias veces en espiral para luego enrollarse en su cuello intentando estrangularla, todo esto, ante la presencia de su madre y tras, según contó Janet, sentir una fuerza invisible que la había sacado de la cama y la había arrojado hacia las cortinas.
Secuencia donde se aprecia el movimiento de las cortinas
Otro de los fenómenos que solía ocurrir era el cambio en la voz de la pequeña Janet, que contaba con 11 años cuando los sucesos. De su garganta salía a veces una voz áspera y masculina que decía que pertenecía a varias entidades y que solía hablar en lenguaje soez y obsceno. Cuando esto sucedía, la pequeña Janet entraba en una especie de trance. Una de las voces aseguraba pertenecer a un hombre que había muerto en esa casa.
Janet durante uno de sus trances
Cuando entraba en estos trances, tenían que sujetar fuerte a Janet porque adquiría una fuerza muy inusual en una niña de tan solo 11 años. A veces salía corriendo y se golpeaba la cabeza contra la pared mientras juraba y maldecía con su verborrea soez. Una vez incluso tumbó de un solo golpe a un trabajador social, ex -policía y muy corpulento, que intentaba tranquilizarla junto a su cama.
Una noche que se encontraba en muy mal estado, un médico le administró 10 milígramos de Valium, que en condiciones normales es algo excesivo para cualquier niño. Al inyectarle el tranquilizante pudieron ver cómo salía de ella una suave luz. La acostaron en su cama y todos se quedaron en el salón del la planta baja. A los cuarenta minutos se escuchó una fuerte explosión que procedía de la habitación de la niña. Cuando abrieron la puerta, encontraron que Janet no estaba en la cama, ella había sido lanzada sobre una cómoda que se hallaba a tres metros de distancia y permanecía sobre ella, completamente dormida. Esto mismo se volvió a repetir aquella noche 3 veces más.
Janet dormida sobre la cómoda
Grosse llegó a comunicarse en varias sesiones con los supuestos entes inteligentes que estaban atormentando a la familia. A las preguntas de Grosse, ellos contestaban con golpes y raps. Un golpe un si, tres golpes un no. A la entidad que aseguraba haber muerto en la casa se le preguntó durante cuantos años había vivido allí, a lo que sonaron 53 golpes.
Psiquiatras y doctores locales estudiaron a Janet, que parecía ser el centro de la fenomenología e incluso se le llegaron a realizar estudios laringográficos para descartar que las voces que salían de su garganta no habían sido fabricadas conscientemente por ella misma. Janet pasó seis semanas en Maudsley Hospital en Londres Sur donde experimentó pruebas precisas para detectar cualquier anomalía tanto física como mental, pero no se encontró nada y durante ese tiempo la actividad poltergeist de la casa cesó completamente. Más tarde volvieron a reanudarse, aunque de un modo más esporádico y menos violento.
Grosse conteniendo a Janet durante uno de sus trances
Como en la 1ª fotografía, supuesta levitación de Janet. Ésta vez con su madre como testigo.
Grosse pronto se unió a la investigación con el escritor Lyon Playfair y los dos pasaron los siguientes dos años estudiando el caso, hasta que finalmente los sucesos cesaron por completo.
*Información de Misterios.co
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